Violencia vicaria también afecta a infantes y adolescentes: Jairo Medina, académico

El especialista definió este concepto como la violencia que se ejerce a través de un tercero, por intermediación de hijos, cuando hay conflicto entre los progenitores.

 

 

 

Jairo Medina Mendoza, profesor de la Facultad de Psicología de la Universidad de Colima, define la violencia vicaria como “compleja, dolorosa y lamentablemente no tan visible en un conflicto familiar; es la ejercida a través de un tercero para afectar a la pareja, porque no se manifiesta con un golpe o moretón, es un tipo de violencia sutil y simbólica, con graves consecuencias”.

 

En entrevista, Jairo Medina habló de qué es este tipo de violencia, cómo se vive y cómo afrontarla desde la perspectiva de la conducta humana: “Esta forma de violencia ocurre de una forma sutil y simbólica porque se ejerce desde un tercero; la mayoría de las veces son hijos o hijas. A su vez, éstos son los más afectados, porque transmiten el mensaje y no tienen muchos recursos para enfrentarla”.

 

Mencionó que en ocasiones se identifican expresiones que no se pueden denominar como violencia porque no conllevan un golpe o una herida: “Son mensajes dirigidos a la pareja sobre un hijo o hija, o a partir de lo que dicen los hijos”. En ese momento, continuó, “como madre o padre pensamos que nos afecta directamente, pero lo más complejo es que también afecta a las personas por donde transitan estos mensajes o expresiones, que son hijos e hijas”.

 

Para dimensionar la afectación, el profesor refirió un ejercicio que realiza en su clase. Pide a sus alumnos y alumnas imaginar que son el hijo o la hija de las dos figuras de amor más grandes para ellos, y esas dos personas están peleando y en disputa: “Es muy complicado y doloroso para ese niño o niña”, lamentó.

 

“Cuando esos infantes viven esto asumen que, si sus padres se tratan así, también ellos deben comportarse así con los demás; es una dinámica extraña y compleja, porque al crecer este adolescente o joven no tiene herramientas, que sí podríamos tener los adultos, para hacerle frente a estas dinámicas”, mencionó.

 

Es necesario, prosiguió, “darnos cuenta de que nuestros hijos nos miran todo el tiempo, ponen atención a lo que decimos, cómo lo decimos y cuándo lo decimos. Otra consecuencia es que estos adolescentes, de manera tardía, experimentan sentimientos de desapego y no quieren estar con el padre o la madre y no saben por qué, pero tiene que ver con el comportamiento entre ellos”.

 

Señaló que hay generadores de violencia que justifican sus conductas porque así se comportaron sus progenitores y, por el contrario, hay jóvenes que dicen, “por eso no quiero pasar por allí, no quiero repetirlo con mis hijos”. En ambos casos, precisó, los progenitores son modelo de referencia.

 

Sin embargo, resaltó, “no siempre se tiene conciencia de ejercer o recibir la violencia vicaria en un conflicto intrafamiliar, pero es necesario reconocer que todos somos susceptibles de vivirla y que es mayor la concentración de estas formas de violencia en el grupo de las mujeres”.

 

Para afrontarla, una vez detectada, recomendó dejar de hacerlo, pedir a la otra parte detener esta violencia y voltear a ver o los hijos o hijas en un acto de amor, porque si en realidad tanto amamos al hijo, hija o hijos debo enterarme cómo están viviendo la situación”.

 

Para detectarla, añadió el psicólogo y sociólogo, “se requiere de un especialista en menores o adolescentes con el conocimiento, experiencia y empatía para identificar estas condiciones sensibles”. Asimismo, aseguró que no hay verdades absolutas y que desde la Psicología existen ciertos indicadores, con apoyo del Trabajo Social y el Derecho,

 

Entre las instituciones públicas de apoyo en la región, mencionó las que salvaguardan a la familia, como el DIF, la Clínica Universitaria de Atención Psicológica (UdeC) y el Instituto Colimense de la Mujer, donde también hay un acompañamiento desde el Trabajo Social.

 

Al respecto, señaló que los hombres no tienen una figura institucional de apoyo como tal: “Tenemos un gran hueco y no es que no vivan violencia, sí la viven, pero de formas distintas; por esto habrá que voltear y descubrir cómo la experimentan los hombres. Se sabe que no existen instancias de apoyo porque los hombres no acuden a ellas y, cuando lo hacen, les dicen que eso no existe y no se les puede atender”.

 

“Los hombres sí rehúyen a decir que son violentados debido a los mandatos de género que les dictan ser fuertes, que pueden con todo y que deben tener una mujer”. Añadió que sólo existe jurisprudencia en temas de alienación parental en que los varones demostraron que vivieron violencia por parte de su pareja.

 

En este sentido, compartió el trabajo de la socióloga especialista en identidades masculinas, Alejandra Salguero Velázquez, quien investigó por qué se marchan los padres del hogar: “En lugar de preguntar a quienes siempre preguntaban: madres e hijos, esta vez preguntó a los padres solamente”.

 

Los hallazgos de esta investigación, hecha por la catedrática de la UNAM, son interesantes, porque encontró que muchos padres se van porque no quieren ser papás, porque la relación con la pareja no funcionó o porque se fueron a Estados Unidos y se enamoraron allá, entre otras razones.

 

Antes de finalizar, invitó a otros académicos a investigar cómo viven y ejercen la violencia vicaria los hombres y las otras identidades sexogenéricas, y desde el grupo de hombres instó a observarla, porque es complicado que reconocerla: “También somos vulnerables como hombres ante creencias y valores que se juegan, y que no terminan de erradicarse”.

 

Por último cabe mencionar que Jairo Medina Mendoza es licenciado en Psicología y doctor en Ciencias Sociales por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales por la UdeC. Trabaja con generadores de violencia, estudia cuestiones de género, particularmente el género de los hombres y tiene varias publicaciones y artículos de colaboración en revistas especializadas.