Hace ocho años, en mi columna Ruralidades Colimenses, reflexionaba sobre la crucial diferencia entre seguridad y soberanía alimentaria. Argumentaba que, aunque a menudo se usan como sinónimos, distinguirlos es fundamental para construir una narrativa que libere el pensamiento y promueva la autonomía de nuestros pueblos.
Hoy, observo un fenómeno similar con dos conceptos que ganan terreno: la economía circular (EC) y la economía social y solidaria (ESS). Aunque puedan sonar parecidos, sus objetivos de fondo son diametralmente opuestos. Mientras la primera, en su versión corporativa, busca legitimar y optimizar el actual modelo de producción consumista, la segunda propone una transformación social profunda, basada en el humanismo y el cuidado genuino del medio ambiente.
La Economía Circular: ¿Una Solución o un “Lavado de Cara Verde”?
Analizando la narrativa impulsada en Colima, incluso mediante foros académicos, logro identificar que define a la EC como “un modelo económico que busca reemplazar la idea del “fin de vida útil” por un enfoque que prioriza la reducción, reutilización, reciclaje y recuperación de materiales en la producción, distribución y consumo”. Añade que “Este enfoque tiene como objetivo principal la sostenibilidad ambiental, la prosperidad económica y la equidad social”.
Sin embargo, en la práctica, este modelo es promovido por grandes corporaciones y universidades afines, se centra en la gestión del residuo, no en el origen del problema. No cuestiona el consumismo global desmedido, la obsolescencia programada ni los métodos de producción contaminantes. En su lugar, traslada la responsabilidad al individuo: nos pide reciclar y consumir “verde”, pero sin tocar las estructuras que generan el problema. Es una estrategia limitada que funciona más como un “lavado de cara verde” para que las empresas mejoren su imagen pública sin alterar el núcleo de su modelo de negocio.
Frente a este enfoque, la economía social y solidaria ESS se erige como un paradigma distinto. Su punto de partida no es cómo hacer más eficiente el sistema actual, sino cómo construir uno nuevo. La ESS es un modelo económico que prioriza la satisfacción de las necesidades humanas y el bienestar colectivo por encima del lucro.
¿Cómo lo logra? A través de principios como la cooperación, la ayuda mutua, la autogestión y la democracia participativa. A diferencia del enfoque vertical de la EC corporativa, la ESS nace “desde abajo”, de las comunidades y para las comunidades. Este modelo sí se atreve a cuestionar las lógicas del mercado capitalista: promueve la producción local, los circuitos cortos de comercialización, el trabajo digno y la distribución equitativa de la riqueza.
Aquí radica la diferencia fundamental. La economía circular, en su versión más notoria, es una solución técnica que busca hacer más eficiente un sistema insostenible. Mientras la economía social y solidaria es una propuesta ética y política impulsada y promovida por el humanismo mexicano que busca transformar ese sistema.
La elección, por tanto, no es meramente técnica, sino filosófica. No se trata solo de decidir qué hacemos con nuestros residuos, sino de definir colectivamente qué tipo de sociedad queremos construir: una que sirva a los ciclos del capital o una que ponga en el centro los ciclos de la vida y el bienestar de nuestros pueblos. Empecemos a problematizar desde ya nuestra realidad.
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