La identidad perdida

Con gusto te saludarte y agradecer la oportunidad de volvernos a encontrar. Hoy quiero compartir contigo una reflexión que me ronda el alma desde hace tiempo.

No es secreto para nadie que vivimos en la era de la inmediatez, la validación constante y las apariencias. En este mundo, la verdad incómoda ha sido poco a poco desplazada por la mentira fácil, esa que mucha veces  se disfraza de consuelo, que evita el conflicto y nos ofrece una falsa sensación de seguridad. Pero, te has preguntado ¿Qué precio estamos pagando por esta comodidad? ¿En qué momento dejamos de ser dueños de nuestro pensamiento? ¿Cuándo empezamos a repetir sin cuestionar y a conformarnos con la superficie?

La esencia humana, esa chispa única  de conciencia, de moral y autorreflexión  parece apagarse poco a poco. Hemos dejado cuestionar la percepción que tenemos de la realidad  empezando por nuestros propios pensamientos y paradigmas, ¿Por qué pienso lo que pienso?  ¿Por qué veo este hecho desde este punto de vista? ¿Tengo razón o solo busco validar mis creencias?. Hemos normalizado  a adoptar creencias prefabricadas, heredadas o impuestas como propias, debido a que construir una visión personal requiere tiempo, esfuerzo, recursos, incomodidad y valentía. Al hacerlo, nos hemos alejado de nuestra capacidad de vivir con autenticidad.

Y no, esto no es casualidad las redes sociales, los discursos dominantes, los algoritmos que nos muestran siempre lo mismo y un sistema educativo cada vez más politizado nos empujan hacia un pensamiento predecible, cómodo y  polarizado. Aunque en apariencia abunda la diversidad de opiniones, muchas de estas ideas responden a los mismos intereses y provienen de las mismas fuentes. El pensamiento crítico verdadero, ese que desafía, transforma y a veces incomoda, parece cada vez más escaso.

Entonces, ¿qué hemos ganado? acaso ¿comodidad?, ¿paz? ¿prosperidad?, ¿aceptación social?; sin embargo nos hemos perdido en el camino. Hemos olvidado la Bendita oportunidad de ser nosotros mismos, bien lo decía el Ralph Waldo Emerson “Ser uno mismo en un mundo que no quiere que lo seas, es el mayor de los logros”. Recuperar el pensamiento propio no es tarea sencilla, requiere de atención, silencio,  introspección, y  confrontación; pero sobre  todo  exige coraje para afrontar todo lo que implica el pensar diferente, para  buscar cercanos a esa utopía humana llamada  “coherencia”.

Buscar recuperar nuestra autenticidad es un acto profundamente espiritual, ya que para hacerlo necesitamos   reconectarnos con nuestra voz interior, con la intuición que sabe sin necesidad de demostrar nada, y la vez es necesario  desconectarnos del ruido externo para volver a nuestro centro, es decir a nuestra esencial.

En estos tiempos, necesitamos recordar que no estamos aquí para complacer ni para encajar, sino para crecer, para aprender, para vivir  y para lograr Ser; y  aunque la verdad incomode, aunque duela y nos sacuda, también libera. Y sólo cuando nos atrevemos a mirar más allá de lo popular y lo fácil, podemos reencontrarnos con lo correcto, lo auténtico, lo profundamente humano.

Hoy quiero invitarte a hacer una pausa. A desconectarte del ruido y a escucharte en silencio. Pregúntate: ¿Qué ideas repito sin haberlas pensado? ¿Qué verdades he ocultado por miedo? ¿Cuántas veces he preferido la comodidad sobre la verdad? ¿Dónde está mi esencia y qué necesito hacer para recuperarla?

El mundo no necesita más copias, necesita almas despiertas. Porque cuando una persona despierta, inspira a muchas más. Y quizás, solo quizás, ahí comience el verdadero cambio.

Con afecto 

 

Servir para Trascender

Miguel Vladimir Rodríguez Aguirre

 

Con información de: https://infinitologos.blogspot.com/2025/05/la-identidad-perdida.html?m=1